Cuando sientas que todo está perdido y la esperanza desaparece, recuerda que estoy a tu lado, aunque no me veas. Mis palabras te acompañarán en tus momentos de dificultad.
No dejes que las lágrimas dominen tus ojos, pues mi sacrificio fue para tu felicidad.
Cuando la idea de rendirte cruce tu mente, ten presente que mi muerte fue para salvar a la humanidad, incluido tú.
Soy el dueño de la vida y la muerte, y solo partirás en mi tiempo designado. En medio de la tristeza y la desesperanza, búscame y sentirás mi presencia reconfortante.
Nunca abandono a quienes confían en mí, y tú no serás la excepción. Sonríe, sigue adelante y confía en que todo se resolverá.
No permitas que la tristeza se adueñe de tu corazón, pues en mi mundo no hay cabida para ella. Las pruebas que te pongo son para demostrar tu fortaleza. Soy tu Dios, nunca te abandonaré.
Confía en mí y entrégate sin temor. Como Padre amoroso, nunca te dejaré desamparado. Acepta las pruebas que te envío, confía en mi tiempo y todo se solucionará. ¡Ánimo, hijo!
En los momentos de oscuridad, cuando sientas que el peso del mundo cae sobre tus hombros, recuerda que estoy contigo.
Aunque el camino parezca difícil y las lágrimas quieran inundar tu rostro, estoy allí para secarlas y darte la fuerza que necesitas.
No temas, porque mi amor por ti es infinito y mi poder es más grande que cualquier adversidad. En cada dificultad, en cada prueba, encontrarás una oportunidad para crecer y fortalecerte.
Confía en mí, pues soy tu refugio seguro en medio de la tormenta. No estás solo, nunca lo estarás. Aunque los obstáculos parezcan insuperables, yo te sostendré y guiaré tus pasos.
Cree en ti mismo, porque Yo creo en ti. Juntos, superaremos cualquier desafío y saldremos victoriosos. Mi amor por ti es inquebrantable, y mi misericordia es eterna.
Levántate,
hijo mío, y camina con la certeza de que siempre estaré a tu lado, iluminando
tu camino y llenando tu corazón de esperanza y amor. ¡Confía en mí y verás
maravillas obrarse en tu vida!
