Qué maravilloso es hacer morada en Ti, Señor; qué dicha más grande encontrarte en lo profundo de mi ser. Tu amor es más bello que la puesta de sol sobre el mar; tu ternura es más apetecible que la brisa mañanera. ¡En tus manos de Padre, he encontrado morada, Señor Dios mío! Mi corazón te busca, mi corazón desea estar contigo, y no descansa hasta que tú seas el Centro de mi vida. Mi corazón y mi ser entero gritan junto a Ti de alegría; la alegría de mi corazón, eres Tú, Dios de la vida. ¡En tus manos de Padre, he encontrado morada, Señor Dios mío!
Hasta el pajarillo ha encontrado un rincón, y se siente feliz, donde dejar sus plumas y construir su nido; hasta la golondrina ha dejado colgada en el alero su casa de barro, donde colocar sus polluelos hasta que levanten en vuelo sus alas. Yo me siento feliz, Dios mío, porque en tus manos de Padre, como un gorrioncillo frágil, como una golondrina mensajera, he encontrado un rincón donde descansar tranquilo. ¡En tus manos de Padre, he encontrado morada, Señor Dios mío! Yo me siento dichoso con los que moran en tu Casa; dichoso y feliz con los que te alaban para siempre.
Yo soy feliz porque mis fuerzas están en Ti; soy feliz porque habitas en lo profundo de mi corazón. ¡En tus manos de Padre, he encontrado morada, Señor Dios mío! Tú eres para mí como un valle inmenso, salpicado de flores; Tú eres como una montaña enorme, llena de paz y silencio; Tú eres como lluvia temprana que hace florecer mis campos; eres como nieve en la altura y riachuelo escondido, que a su paso va dejando semillas de vida llenas de fruto. ¡En tus manos de Padre, he encontrado morada, Señor Dios mío!
En lo profundo de mi corazón, donde has puesto tu tienda, acógeme en lo escondido y escucha mi plegaria; te hablaré al oído como un niño que busca tu ternura, y esperaré siempre el abrazo de tu corazón de Padre.
¡En tus manos de Padre, he encontrado morada, Señor Dios mío! Vale más un día en tu casa, junto a Ti, que me amas, que mil donde tu presencia no se encuentra ni se siente; estar contigo, junto al hogar de tu bondad y cariño, es más grande que ir de un lado a otro buscando hojarasca. ¡En tus manos de Padre, he encontrado morada, Señor Dios mío! Tú eres, Señor, Tienda puesta entre los hombres para siempre; eres Casa de todos, abierta al que busca, al que llama; eres como el oasis en el desierto al caer la tarde; eres como un lago de paz y serenidad para quien junto a Ti acampa.
¡En tus manos de Padre he encontrado morada, Señor Dios mío! Cuando contigo me encuentro en tu tienda junto al río, Tú me das a beber de tus limpias y frescas aguas; que tu gracia y tu gloria inunden nuestro encuentro, y que siempre salga de junto a Ti lleno de esperanza. ¡En tus manos de Padre he encontrado morada, Señor Dios mío!
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