SALMO 41 Y 42 - SALMO EN BÚSQUEDA DE DIOS.

Mi corazón busca sentido para mi vida; mi corazón te busca a Ti, Dios mío, y tiene sed y tiene hambre y tiene ansias de Ti, como la cierva que busca el agua; o el niño hambriento, el pan.

¡Cómo lo siento, Señor!: mi corazón tiene sed de Ti; mi corazón busca en Ti a Alguien que llene su existencia. Te busca con pasión y con fuerza, oh Dios vivo, Dios de la Vida, y me pregunto a cada paso: ¿Cuándo veré tu rostro, tu faz, oh Dios?

En mi camino muchas veces no te he buscado y me he perdido. Mi pecado, mi desorden, mi egoísmo y mi orgullo cegaron la búsqueda; mis limitaciones se convirtieron en lágrimas que mojaron mi pan; y al comerlo me preguntaba de nuevo: ¿Dónde está tu Dios? Dentro de mi alma lo recuerdo y mi ser se derrama dentro: tantas veces salté de júbilo en tu Casa de oración cantando salmos; tantas veces sentí tu presencia silenciosa dentro de mí. Entre gritos de alabanza, en medio de la comunidad en fiesta, Tú estabas presente, era real tu existencia entre nosotros.

Pero ahora, Señor, mi alma desfallece y me siento en baja forma; mi alma está confusa y agitada y se revuelca dentro de mí. Me siento contra el muro, vacío y solo: solo ante Ti, sin Ti. Oigo una voz dentro de mí que me dice: «Espera en Dios»; y yo, desde mi pobreza, espero, Señor, volver a alabarte. Alabarte a Ti que eres salvación de mi rostro y mi Dios. Me siento desfallecer y el aliento se ha ido de mi boca; me siento desorientado y mil cosas pugnan por mi vida. No tengo razones para llegar hasta ti: regálame con el don de la fe.

Dame un corazón humilde para que «te pruebe» y no intente comprobarte. Eres como un abismo que llama a otro abismo: así es tu amor. Eres desconcertante, fascinante y deslumbra tu presencia. Eres como una ola embravecida que inunda la playa virgen. ¡Oh Dios, lleva en tus aguas este mi granito de arena! Manda tu gracia, rompe la dureza de mi corazón; haz día de mi noche y noche de mi día; ¡luz en mis sombras! Abre mi corazón en plegaria silenciosa y que llegue a Ti con el amor.

Dios de mi vida: quiero tu vida, necesito tu vida; llena mi vida. Te digo, Dios, que eres como una firme Roca entre mi arena: 

¿Por qué callas? 

¿Por qué estás ausente? 

¿Por qué te escondes?

 ¿Por qué no te siento? 

¿Por qué a veces creo que no te necesito? 

Oigo decir a mi lado, con burla y desdén:

¿Para qué tu Dios? Yo espero en Ti, un día seré tuyo y te alabaré.

Tú serás para mí «salvación de mi rostro y mi Dios». Envíame tu luz y tu verdad, que ellas me guíen; envíame tu Espíritu que me conduzca a la verdad plena. Quiero llegar hasta tu morada y cantarte, Dios de mi alegría.

Te encontraré, te miraré a los ojos, te alabaré como un niño feliz, y mi vida se sentirá segura y llena con tu presencia, oh Dios.

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