Levántate, Señor, en tu bondad y misericordia y acércate al corazón de los hombres; quita la venda de los ojos que no ven sino tinieblas, y ablanda el corazón del hombre soberbio y violento. Surge, Señor, como una llama viva, en medio de la tierra y atrae hacia Ti a los hombres, hijos tuyos, que viven sin conocerse. Despierta ya, Dios mío, ponte en pie y camina hacia nosotros.
Tú que eres Señor del hombre y de la Historia. Despierta ya el corazón del hombre golpeado por el pecado y acógenos a todos como hermanos en tu gran tienda. Oh Dios, Señor de todos los pueblos, Señor de las naciones, derriba las murallas, destruye los muros y abre puertas y ventanas para que el sol de tu amor y tu justicia unifique la tierra.
Oh Dios, danos un corazón justo, un corazón sincero que busque el bien de todos y no se esconda en el egoísmo. Oh Dios, danos un corazón inocente y limpio, capaz de olvidarse de sí y preocupado por los hermanos. Que cese la maldad del hombre pervertido y desfigurado; que no triunfen los planes del hombre de corazón de piedra; danos un corazón de carne, abierto a la amistad y a la ayuda, Tú que conoces el interior del hombre y llegas hasta sus entrañas.
Oh Dios, Tú que eres justo; Tú que eres santo, danos un corazón sincero. Haz camino hacia los hombres que te buscan con limpio corazón y que se empeñan en establecer en el mundo la paz de tu Reino; sé Tú, Oh Dios, el escudo que nos cubra y nos proteja, sé Tú el salvador y liberador de los corazones rectos. Salva el corazón del hombre, de la tiniebla de la mentira; Sálvalo de la dureza del viejo orgullo; sálvalo de la apatía y la mediocridad.
Oh Dios, Dios nuestro, acoge nuestro corazón que tiembla ante el poder del mal que ha hecho nido en el barro del mentiroso, y danos fuerza; sé tú nuestro escudo, en la hora de la prueba, y defiéndenos del Malo, del Diablo que dispersa y divide. Señor, Tú conoces la fragilidad de nuestro ser tocado por el pecado; Tú conoces la fuerza de la tentación cuando llama a nuestra puerta; Tú conoces la debilidad de nuestras vidas cuando sufren la crisis: Ven, Dios nuestro, que a Ti nos acogemos; ven y sálvanos. Libéranos y que nadie arrebate como un león nuestra vida. Perdónanos cuando estamos lejos de tu verdad y tu gracia.
Danos un corazón abierto al perdón y la misericordia y que nunca nos creamos mejores que ninguno de nuestros hermanos. No nos dejes, Señor, caer en la fosa, bajar a lo hondo del abismo; no permitas que nuestro pie sea atrapado en los lazos de la muerte, y allana nuestro camino. Aliéntanos en la hora del cansancio.
Aquí estamos, Señor, unidos como un solo pueblo que te ama; abiertos a los demás y nunca cerrados sobre nosotros mismos; pobres, humildes, como niños que necesitan la ayuda de tu mano materna que acompañe nuestros pasos. Te damos gracias, Señor Dios, Señor de la Historia y del hombre, te damos gracias porque eres justo, eres bueno, eres santo. Oh Dios, todopoderoso, único Señor de cuanto existe y vive, a Ti elevamos, desde nuestro corazón sincero, nuestro canto.
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