SALMO 22 - SALMO DEL AMIGO VERDADERO

Señor Jesús, eres Amigo verdadero, como el buen pastor que conoce una a una sus ovejas y las llama por su nombre. Eres fiel en tu amistad para conmigo y nada me falta. Nada me falta, porque tú llenas los deseos de mi corazón; porque tú estás a mi lado aunque todos me abandonen; porque has dado la vida por mí en lo alto de la cruz; porque tu perdón y gracia me acompañan siempre.

Me regalas con tus dones, me alimentas con tu pan de vida; me recreas en el gozo y paz de tu Espíritu. Me conduces, como buen pastor, hacia las aguas de reposo, y mi sed se siente reconfortada en el agua viva de tu manantial. Tú confortas mi alma, cuando me faltan fuerzas para el camino y cuando me siento desanimado y solo.

Tú me guías por senderos de justicia, como signo de tu amistad; eres siempre fiel en mi camino, y tu gracia fortalece mi pobreza. Señor Jesús, eres siempre amigo verdadero, como buen pastor, que sacrifica su vida en defensa de su rebaño; aunque pase por valles tenebrosos, ningún mal temeré porque Tú siempre vas conmigo. Nada temo a tu lado, porque tu vara y tu cayado me sosiegan. Contigo, nada me falta.

Tu palabra es la fuerza que mantiene mi fe en tinieblas; tu palabra es soporte que aguanta la oscuridad de mi noche; tu Espíritu es el poder y la seguridad que aguanta mis dudas; tu Espíritu es la luz y el calor que animan mis pies cansados. Eres Amigo verdadero, Señor Jesús, como el buen pastor, que, al venir el lobo, no huye monte abajo; Tú estás siempre conmigo y defiendes mi causa con tesón hasta que me sienta libre y restablecido en mis fuerzas.

Preparas, Amigo, para mí una mesa y te sientas a mi lado; unges con óleo perfumado mi cabeza como prueba de amistad sincera, y llenas del buen vino mi copa hasta rebosarla. Tu mesa, tu óleo, tu copa, son mi mesa, mi óleo y mi copa. La dicha y la gracia de tu amistad, Jesús, pastor bueno, me acompañarán a lo largo de los días de mi vida. Seré dichoso con tu fidelidad inquebrantable, y tendré siempre la seguridad de tu amor hasta el extremo.

Mi morada, Señor Jesús, Amigo verdadero, como el buen pastor, será la llaga de tu corazón, en sangre y agua, abierta. A lo largo de los días, creeré siempre en tu amor, porque nadie tiene mayor amor que el que da la vida por el amigo. Tú eres, Señor Jesús, el Pastor bueno, que guía hacia el aprisco su rebaño; Tú eres, Señor Jesús, Amigo verdadero, que ya nunca nos llamarás siervos. Tú eres Amigo que me has dado a conocer los secretos del corazón del Padre; eres Amigo que has salvado mi vida dejándote colgar del madero.

Enséñame, Señor Jesús, a dar mi vida por los que necesitan seguir viviendo; enséñame, Señor Jesús, a permanecer fiel al lado del hermano que está solo. Tú eres la puerta que abre camino hacia el corazón del Padre: guíame, Amigo, y condúceme hacia las aguas tranquilas de su Reino.

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