Tú eres, Jesús de Nazaret, la misericordia de Dios con nosotros: el Padre ha puesto su corazón en nuestro barro, en tu amor, y su inmensa ternura ha sido capaz de limpiar nuestro pecado. Lávanos a fondo, Señor, de nuestras miserias y ruindades, y de las manchas que salpican nuestras vidas, purifícanos. Nosotros reconocemos, Jesús de Nazaret, nuestra condición de pecadores; nuestra actitud de juego sucio está delante de nuestros ojos.
Contra tu amor sin límites, contra la ternura de tu Padre, hemos pecado. Nos sentimos mal, nos sentimos avergonzados por el mal que hemos hecho. Ante tu pureza y santidad, Jesús, Amigo, nos sentimos indefensos; ante el corazón bueno de tu Padre, nos sentimos incómodos. Jesús, hermano nuestro, que te hiciste uno de tantos en la tierra, perdónanos, somos frágiles y el pecado está agarrado en nuestra piel.
Tú eres santo, tú eres limpio y amas la verdad del corazón; comprendes nuestros fallos y caídas: enséñanos sabiduría. Rocíanos con el agua pura de tu amor y seremos limpios; lávanos en la sangre de tu cruz y quedaremos más blancos que la nieve. Mira nuestra tristeza: devuélvenos el gozo y la alegría, y haz que salten de gozo las fibras de nuestro corazón. No te acuerdes más de nuestros fallos, Tú, Jesús, que eres bueno, y líbranos cada día de caer en la red de la tiniebla.
Crea en nosotros, Señor, un corazón puro y sincero; fortalécenos por dentro con la fuerza de tu Espíritu. Limpia nuestro corazón para que podamos ver tu rostro, y danos un corazón de niño para que nos alegremos contigo. Devuélvenos, en tu misericordia, la alegría de tu salvación, y abre nuestros corazones a un amor sin fronteras. Queremos proclamar lo que Tú has hecho con nosotros, para que se acerquen a saborear la ternura de tus manos Líbranos, Señor Jesús, de la violencia y del egoísmo, y danos fuerza para gritar las maravillas de tu perdón.
Abre nuestros ojos, abre nuestras manos, abre nuestro corazón a la reconciliación y la paz contigo y los hermanos. Nos has hecho sentar en la mesa festiva de tu Padre, y nos has cubierto de sus besos y ternura en el abrazo que nos diste al perdonar nuestro pecado: ¡Eres bueno!
Que en tu casa y en tu hogar nos sentimos acogidos. En tu misericordia hemos renacido a una vida nueva; con tu perdón has despertado en nosotros los dones de tu Reino.
Sé cercano, sé amigo constante a nuestro lado, sé fiel aunque fallemos: y llámanos de nuevo, cuando caigamos en el camino, a levantarnos. Sí, Jesús amigo, iremos otra vez a la casa donde habita el Padre. Sí, Jesús amigo, gozaremos todos juntos una nueva fiesta.
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