Oh Cristo, en tus manos el Padre ha puesto todo poder; en tus manos ha puesto la justicia para la historia; conduce a tu pueblo escogido con justicia y equidad, y a los humildes levántalos del polvo de la tierra. Que de los montes, de lo alto, venga la paz para tu pueblo; que la justicia descienda hasta el último rincón de tu Reino; que los pobres, los oprimidos, los marginados tengan pan; que los hijos de los pobres, los sin nada, tengan techo, Señor Jesús, desenmascara al opresor, despójalo de su poder.
Que tu reinado de paz y de justicia dure tanto como el sol; que tu reinado de amor y libertad dure como la luna; que la justicia y el derecho caigan como la lluvia temprana, y que, como rocío, el que tiene empape la tierra del desdichado. Señor Jesús, que tu plan de salvación y liberación del hombre se haga realidad entre los que duermen en el suelo y lloran de hambre; que tu proyecto de redención y de bienaventuranza para el débil, se haga presente y destruya las barreras que dividen a los hombres.
Tú has prometido liberar al pobre que suplica: ¡Libéralo, Señor! Tú has prometido liberar al desdichado y al que nadie ampara: ¡Ampáralo! Tú has prometido apiadarte del débil y del indigente: ¡Apiádate! Tú has prometido salvar la vida de los pobres:
¡Sálvalos, Señor! Libra de la opresión a los que son manejados como bestias de carga; libra de la violencia a los que son derribados como animal en la selva; rescata de esa vida donde el hombre camina hacia la muerte, «a los sin derechos», y que su sangre no sea más derramada en el barranco o en la sierra.
Señor Jesús, que haya abundancia de trigo y maíz para el que nada tiene; que haya carne y arroz para el que su salario no alcanza para nada; que haya el pan y la «tortilla» de cada día en cada mesa; y que el niño y el hombre, la mujer y el anciano coman cada jornada. Señor Jesús, haz que la justicia se haga verdad entre los pueblos; haz que los ricos no se contenten con dar al pobre migajas; que no muera más el hombre a causa de las naciones ricas, poderosas, que gastan sus dineros en cosas, siempre en cosas, de las más caras. Que el hombre nuevo, Señor Jesús, se comprometa en la lucha por la justicia, para que la voluntad de tu Padre se haga realidad, aún esperada; que la paz surja de los bienes compartidos entre todos, como hermanos; y los más débiles puedan levantar con fuerza la bandera blanca.
Líbranos, Señor de la justicia y la paz, del odio y la violencia; líbranos de gritar los derechos del hombre con rabia; líbranos de caer en la tentación de enfrentarnos los unos con los otros; y sembrar nuevas barreras, y matar lo que está vivo, y seguir en la venganza.
Abre el corazón del hombre, Señor Jesús, al poner todo en común, y entre todos, como un solo pueblo, caminar de manos dadas. Que tu Espíritu de amor y comunión entre los hombres, nos ayude, paso a paso, a hacer un pueblo unido en alianza.
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