El
matrimonio es una larga misa, que dura toda la vida, en la que no puede fallar
ningún punto esencial y en la que tienen valor específico hasta los ritos.
Recorrernos los principales pasos de esta misa matrimonial.
1.
En el nombre del Padre
Porque
la eucaristía no es meramente un acto social ni está abierto a cualquiera, sino
sólo a quien, mediante la fe, se siente invitado por Dios.
El
matrimonio es también una vocación religiosa, puesto que viene de Dios, y todo
se hace en nombre (le Dios, no contiene actos paganos ni profanos; la
religiosidad no depende de los actos en sí sino de que sean hechos en el nombre
de Dios. Buen gesto para iniciar el día y ante cada obra comprometida.
2.
Ejercicio del perdón
Antes
de unirnos en la profundidad de la Palabra o la Comunión, como rito previo,
pedirnos perdón de lo que nos separa.
Los
esposos, por ser comunión, como la misa, han de pedir perdón de lo que separa.
El amor es la mejor luz para descubrir las faltas, por eso los que más aman son
los que mejor ven todo aquello que ofende. Porque aman más, también les resulta
más fácil perdonar y pedir perdón, no sólo en ocasiones fuertes, sino al ritmo
de la vida que no es nunca lo que debería ser.
Todo
perdón exige una penitencia o compensación; la mejor compensación de cualquier
falta es siempre un acto de amor. Cuando no existe esta penitencia, la petición
de perdón puede ser una rutina o un simple acto de educación social:
"perdón".
¿Supone
urca nueva actitud en vosotros el trecho de pedir lerdón?
3.
Oración en común
Ya
perdonados, la eucaristía se inicia con una oración común y concluye con otra
oración; todo su desarrollo es en forma de oración, de ofrenda, de petición de
alabanza, de memorial, de comunión, de silencio; aunque sólo el sacerdote dice
en voz alta la mayor parte, la oración es de todos; no sería lo mismo una
oración individual en secreto.
De
igual modo la eucaristía conyugal incluye la oración común, no como algo
circunstancial y esporádico, sino ordinario y habitual. La celebración de la
vida familiar no será completa sin este acompañamiento habitual, que ha de
tener sus momentos especiales.
4.
Luz y fuerza de la Palabra de Dios
Dios
comunica su intimidad a la comunidad celebrativa a través de la Palabra, donde
se hace asequible y se convierte en luz y fuerza para caminar.
Porque
el matrimonio es imagen de Dios, necesita saber cómo es Dios para poder
reflejarlo adecuadamente. Si no conoces a Dios y su manera de ser y actuar, no
sabrás si la imagen que proyectas es buena.
Además
de la Palabra escrita —la Biblia— está la palabra hablada, pues Dios habla a
través del cónyuge o de los hijos, usa su voz, su lenguaje y sus conceptos.
Este pensamiento te ayudará a valorarlos y a tomar una actitud positiva ante lo
que dicen y lo que son. También para esto se necesita fe.
¿Os
dejáis iluminar por la Palabra de Dios? ¿Escuchas a Dios a través del cónyuge?
5.
Ofrenda de vuestra persona y cosas
En
la eucaristía ponemos sobre el altar un poco de pan y un poco de vino, símbolo
del esfuerzo conjunto del mundo y de los hombres. Lo que importa no es el valor
de las cosas en sí, sino lo que representan, la parte humana que hay en ellas,
lo que tienen de esfuerzo personal.
En
el matrimonio cada uno entrega al otro toda su persona; éste es el ofertorio
del día de la boda, que dura para siempre. Vuestro cuerpo es la parte más
visible del ofertorio, como el pan y el vino; la vida sexual se ha de mantener
correcta y limpia, como la materia que ponemos sobre el altar. Hay que cuidar
los detalles del matrimonio como se cuidan los detalles de un altar. Lo menos
importante de este ofertorio son los dones materiales: dinero, comodidades,
horas de trabajo, expansiones. Otros puntos valen mucho más.
¿Qué
ofrendas espera el otro de ti?
6.
Alabanza y gozo
La
misa está toda ella tejida de cantos y proclamaciones de alabanza: "gloria
Dios en el cielo", "santo, santo, santo", "te alabamos,
Señor", "demos gracias..." Es todo un acontecimiento, el mayor
acontecimiento, que Dios se nos comunique entero en la persona de Jesús, y la
comunidad responde con cantos de alabanza, que no corresponde sólo a unos
momentos concretos de la celebración, sino que forma parte de todo su
desarrollo.
La
alabanza es también parte integral de la vida matrimonial. ¡Cuánto anima el ver
reconocido nuestro trabajo y comportamiento! Es alabanza cualquier palabra que
al otro le gratifique y estimule por lo que hace y es.
Alabamos
fácilmente lo que admiramos; ¿admiras al otro en su persona, en algo
particular? ¿se lo dices? Alabar es reconocer que el otro hace las cosas bien y
decírselo, no basta reconocerlo en silencio.
7.
Consagración
El
pan y el vino de la misa pasan a ser cuerpo y sangre, es decir, vida de Cristo.
No es sólo que el pan y el vino adquieren un nuevo significado, un nuevo
sentido, sino que cambia su realidad íntima y sustancial, sobrepasa la
transignificación para convertirse en transustanciación, hay un cambio de
realidad: la simple materia pasa a ser vida divina, alimento eterno. Este
fenómeno eucarístico es caso único.
Pero
en el matrimonio sucede algo similar, aunque la distancia entre un fenómeno y
otro sea infinita. El pan y el vino del matrimonio es el cuerpo, trabajo,
dinero, alegría, inquietudes, cariño, todo lo vuestro; la fuerza sacramental
cambia todo esto en amor, que es lo más espiritual y lo más divino. Lo más
importante, en el matrimonio y en la eucaristía, es la consagración, la
transformación de todas las cosas en amor.
8.
Comunión
En
la eucaristía se realiza una doble comunión: con Cristo, que se entrega, y con
los hermanos. Al entregarse totalmente al que comulga, Cristo le empuja a que
también él se entregue de igual manera a los demás, creando así una comunión de
vida que ha de terminar incluso en una comunión de bienes.
El
matrimonio es comunión total, los casados han de comulgar todo, desde el cuerpo
hasta el espíritu. Cada uno debe decir al otro: "esto es mi cuerpo y mi
sangre, ésta es mi vida, cómela'.
¿Hay
algo en tu vida que el otro no puede comulgar?
9.
Envío apostólico
La
eucaristía no termina en la iglesia ni se reduce a los que participan en la
ceremonia, sino que concluye con un mandato de comunicación: "podéis ir en
paz", id a comunicar lo que habéis oído y recibido. Es el mismo final de
Cristo antes de subir a los cielos.
El
matrimonio tampoco termina en la pareja. Los que se enriquecen con el amor
matrimonial también reciben el mandato: id y comunicad, dad a comulgar vuestro
amor y vuestra vida, abrid la puerta de casa y dejad que entre el que quiera,
salid a invitarlos. La verdadera espiritualidad, que se elabora en lo más
íntimo de la persona, termina en los demás, y esta apertura es precisamente su
sello de autenticidad.
De
todas las partes de vuestra eucaristía matrimonial, ¿cuál es la que más os
falla? cuál la que mejor vivís?
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