La película Intensamente es la historia de Riley, una joven niña que está en su
transición de la niñez a la adolescencia y mientras se da ese cambio personal,
su vida cambia al mudarse de su acogedor pueblo de Minnesota a San Francisco;
un lugar muy diferente, extraño, que hace que todas las emociones que viven en
su interior estén fuera de control.
Alegría trataba todo el tiempo de que Tristeza no toque los controles para
mantener feliz a la niña y en un momento ellas dos terminan muy lejos del
cuartel general donde estaban los controles de personalidad de Riley, quedando
Furia, Desagrado y Temor a cargo, y como consecuencia la personalidad de la
pequeña poco a poco se desmorona, lo que hace que quiera escapar a su antigua
ciudad. Después de una serie de obstáculos Alegría y Tristeza logran
volver al Cuartel y es ésta última quien hace desistir a Riley en su plan
porque atrae recuerdos con sus padres y esto hace que los extrañe.
Casi siempre deseamos estar felices, sin problemas o no sentir tristeza de ninguna manera, pero en ocasiones es bueno dejar que esta emoción invada nuestro corazón para que reaccionemos de alguna manera. En el caso de Riley, si no hubiera sido Tristeza quien influía/influenciaba en los recuerdos la pequeña hubiera escapado de casa, o pensemos cuando un ser querido enferma, hay tristeza y valoramos más su vida, o cuando herimos a alguien querido, la tristeza nos ayuda a darnos cuenta que hemos cometido un error.
La Biblia dice: “Pues la clase de tristeza que Dios desea que suframos nos aleja del pecado y trae como resultado salvación. No hay que lamentarse por esa clase de tristeza; pero la tristeza del mundo, a la cual le falta arrepentimiento, resulta en muerte espiritual. ” 2 Corintios 7:10 (NTV) La tristeza hace que volvamos nuestro corazón a Dios. Un profesor de psicología en la Universidad de California en Berkeley, Dacher Keltner dice que la tristeza es una emoción fortalecedora de relaciones (Wikipedia)
Aprovechemos ciertas ocasiones de tristeza para meditar cómo está nuestra vida,
nuestras relaciones con el prójimo y sobre todo con Dios, permitamos que la
tristeza nos lleve siempre a nuestro Señor porque su consuelo y guía es
superior a cualquier cosa.
“Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón.” Eclesiastés 7:3
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