“Cercano
está YAHVÈ a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de
veras.”
Salmos 145:18
La palabra “Invocar” significa: Demandar ayuda
mediante una súplica vehemente.
Es
posible que percibamos la acción de “demandar” con un sentido de exigencia o
reclamo, pero no necesariamente es así, se puede hacer una demanda por medio de
una súplica. No es cualquier súplica la que está incluida en la invocación a la
que se refiere este Salmo, sino una súplica vehemente, es decir, insistente,
con ardor, con pasión, con fuerza y creo que esta es la razón por la cual el
salmista consideró apropiado aclarar que la promesa divina de cercanía es para
aquellos que “…le invocan de veras”.
No
entender lo que es invocar el nombre del Señor ha llevado a muchas personas al
engaño y a la decepción. Muchas han escuchado este mensaje de que la salvación
está prometida a todo aquel que “invoque el nombre del Señor” (Joel 2.32, Romanos 10.13),
pero no se les ha explicado claramente qué es invocar el nombre del Señor y
cómo es que el pecador puede llegar a invocarlo “de veras”.
Pedir
auxilio en el momento de los problemas, eso lo puede hacer todo el mundo.
Acordarse de Dios cuando hay dificultades y tratarlo como un “apaga incendios”
y solucionador de problemas, eso lo hacen miles de persona, pero eso no
significa que le están invocando “de veras”.
Es
preciso que reconozcamos que el ser humano no tiene la capacidad en sí mismo
para invocar el nombre del Señor de veras, para que no caigamos en el error de
pensar que hay muchos que están buscando a Dios de diversas maneras.
El
maestro bíblico R.C. Sproul explica que solemos caer en este error de pensar
que la gente está buscando a Dios porque los vemos procurando llenar un vacío
que nosotros sabemos que solo Dios puede llenar, y pensamos que están buscando
a Dios. Pero en realidad, lo que muchos de ellos buscan es lo que piensan que
Dios puede darles. Ellos buscan favores de parte de Dios, pero no buscan a Dios
mismo.
La
Biblia es clara al enseñarnos que ningún ser humano anda buscando a Dios (Romanos 3.10).
Más bien, ¡el ser humano está continuamente escondiéndose de Dios! El día en
que Adán y Eva pecaron eso fue lo que hicieron, esconderse, y eso es lo que
hemos hecho todos, intentar escondernos de Su presencia.
El
hombre busca calmar su conciencia, porque esta le acusa con alguna frecuencia y
entonces, está dispuesto a practicar un poco de religión que le alivie y le
proporcione algún sentido de espiritualidad, pero la verdad es que nadie, en su
estado natural, está buscando una verdadera comunión con Dios.
Aquellos
a los cuales Dios redime por Su gracia, son despertados del sueño de muerte por
el poder del Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, y son esos los que
invocan el nombre de Dios de veras. Tales personas, que han tenido convicción
de pecado, que han reconocido su miseria espiritual en que estaban y han
implorado con vehemencia la salvación, y que han reconocido que esta salvación
únicamente es posible por Cristo y en Cristo… son esos los que invocan a
Dios de veras y son escuchados.
De
este tipo de personas ha dicho Dios: “Me invocará, y yo le responderé; Con
él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré, lo saciaré de larga
vida, Y le mostraré mi salvación” (Salmos 91:15-16).
¿Has invocado el nombre del Señor de
veras?
¿Lo invocas diariamente de veras?
Si
es así, toma consuelo en estas palabras, porque Él ha prometido y cumplirá. ¡Él
es fiel! nos librará y nos mostrará la grandeza de Su salvación!
Amén.