Cuando
atravesamos conflictos con alguna persona, la reacción más común
es enojarnos, o molestarnos y regañarla e inclusive dejar de hablar con
ella porque está cometiendo algún error; pero quizás no
nos pusimos a pensar en que está enfrentado algún problema interno que
está haciendo que falle, que actúe de forma incorrecta y que, por consiguiente,
afecte a todo su entorno.
Por
ejemplo: de un tiempo a esta parte se han visto muchas relaciones rotas a causa
de vicios, manías, hábitos, etc. Pero Dios nos enseña en su palabra a no atacar
ni tratar de destruir a la persona que está sumergida en ese pecado sino, al contrario,
debemos ayudarla abordando el problema.
¿Por
qué en lugar de atacar el problema agredimos a la persona que lo sufre? Juzgamos,
criticamos, insultamos a quien está cometiendo el pecado pero no nos detenemos
a ver la raíz, la solución y la forma de erradicarlo de aquella
persona.
“Porque
no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Efesios 6:12
(RVR-1960)
Claramente
en este versículo podemos ver que nuestra guerra no es con la persona que está
fallando sino contra el pecado, y la mejor forma de hacerlo es como Dios nos
enseña: a través de la oración, tratar de encaminar a esa persona a acercarse a
Cristo sinceramente, ayudándola a aceptar que tiene un problema, no juzgándola
ni rechazándola, sino siendo conscientes de que necesitan ayuda.
Si
hasta hoy estuviste luchando con un amigo, familiar, cónyuge, etc. es un buen
momento para comenzar a cambiar la forma de mejorar la situación, es hora de
atacar el problema orando, intercediendo y actuando, dejando de atacar a la
persona.
Hola,
espero que estés bien, al igual que disfrutes de esta publicación,
déjanos conocer tu opinión, que Dios me los bendiga siempre