QUE ME PONDRE HOY

La vestimenta de una mujer siempre ha sido un tema de polémica y debate, en especial cuando se trata de una institución religiosa.

La mujer se caracteriza por llamar la atención y la dificultad nace cuando al hacerlo se exhiben partes del cuerpo que podrían ser de tropiezo para cualquier hombre, que por naturaleza es débil en la vista.

Asimismo, que las mujeres se vistan con ropa decorosa, con pudor y modestia, no con peinado ostentoso, no con oro, o perlas, o vestidos costosos. 1 Timoteo 2:9
Aparentemente algunas mujeres del tiempo de Pablo y Timoteo no vestían de forma adecuada o simplemente el mandamiento fue dado con el fin de que no ocurriera. Cuando la palabra de Dios menciona que la mujer debe vestir con ropa decorosa, refiere a decencia y limpieza; pudor, es tener cuidado en exhibir algo íntimo; y modestia, cuidar ciertos aspectos de relación con el sexo opuesto.

A toda mujer le gusta lucir bien, lo que es completamente natural, lo malo se encuentra en que al hacerlo pueda ser piedra de tropiezo para el sexo opuesto.

Pues Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón. 1 Samuel 16:7 (LBLA)

Gran cantidad de mujeres utiliza este versículo para defender su forma de vestir, alegando que Dios se interesa más por lo interior que por la apariencia exterior.

Es verdad que Dios se fija el corazón, sin embargo, recuerda que la apariencia externa siempre reflejará cómo te encuentras internamente.  Por lo mismo, no cometamos el error de juzgar, ya que la persona que más busca atención, en muchos casos es aquella que lo ha carecido desde pequeña.

Es importante aclarar que ningún extremo es bueno. Existen lugares donde exigen que  la mujer use ropa demasiado cubierta, que de hecho no es bíblico pero, por otro lado, no faltan los que se dirigen al otro extremo y se visten de manera exhibicionista, con ropa muy ajustada, corta y escotada.

El día de hoy deseo animarte a examinar tu vestimenta, y vestirte como Dios desea, con ropa decorosa, con pudor y molestia, sin dirigirte a ningún extremo. Sé libre y usa lo que te guste, sin embargo, también hazlo pensando en ayudar a tu prójimo a no pecar con la mirada, que por naturaleza es débil. Y no olvides que no hemos sido llamados a no juzgar, sino a ayudar.

¡No pienses sólo en ti, piensa en Dios y en ellos!

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