Cuentan
que algunos príncipes alemanes estaban alabando sus respectivas posesiones.
Entre ellos estaba el piadoso duque Elberard de Vurtemberg, sin decir nada,
escuchando cómo todos se jactaban de sus riquezas; uno exaltaba sus viñedos,
otro sus bosques, un tercero sus minas y así sucesivamente.
Al cabo de un buen rato se levantó Elberard, y dijo: “Soy un príncipe humilde y no me puedo comparar con ustedes. Sin embargo, tengo también una buena propiedad y si al andar en ella, por las montañas, me extravío y hallo a uno de mis súbditos, en su compañía puedo acostarme y dormir sin temor alguno. Esta compañía la considero como una joya real, de verdadero valor; pero tengo otra mejor y más preciosa, y es: que puedo descansar mi cabeza y mi corazón en el seno de mi Padre Celestial y en el pecho de mi Señor Jesús, seguro de que ni la muerte ni el diablo me pueden dañar en lo más mínimo.
Mucha
gente pasa su vida entera buscando tener más posesiones, alcanzar un nivel
económico más alto, ser una persona sobresaliente; y desperdician sus días
tratando de alcanzar ese objetivo, sin importar el costo que éste tenga.
Muchas
familias se han destruido por motivos económicos, herencias que tuvieron más
valor que la misma relación entre hermanos, amistades que han terminado
por buscar el interés propio, gente que no puede descansar tranquila, personas
que por actos ilícitos viven pendientes de sus enemigos.
La
joya más valiosa que podemos poseer es la confianza en Dios, el poder vivir
confiadamente, sabiendo que nuestras vidas están seguras en sus manos. Tener
paz con Dios y con los hombres, sabiendo que si nos perdemos, como el duque
Elberard, podemos estar confiados porque si importar con quién nos encontremos,
podremos descansar.
Has
todo lo posible para estar en paz con todos, que tu vida sea recta delante de
Dios y los hombres, así podrás vivir descansado, confiando en que Dios tiene
cuidado de ti.
“Confía
en el Señor y haz el bien; entonces vivirás seguro en la tierra y
prosperarás. Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos
de tu corazón. Entrega al Señor todo lo que haces; confía
en él, y él te ayudará”. Salmos 37:3-5 (NTV)
Ningún
tesoro material se compara con tener paz en el corazón, con poder descansar en
Dios. No persigas las posesiones terrenales, mira mucho más allá.