QUE SE HA DE CERCENAR LA DEMASÍA EN LAS PALABRAS

Excusa cuanto pudieres el ruido de los hombres; pues mucho estorba el tratar de las cosas del siglo, aunque se digan con buena intención.

Porque presto somos amancillados y cautivos de la vanidad.

Muchas veces quisiera haber callado y no haber estado entre los hombres.

Pero, cuál es la causa que tan de gana hablamos y platicamos.

Unos con otros, viendo cuán pocas veces volvemos al silencio sin daño de la conciencia?

La razón es que por el hablar buscamos ser consolados unos de otros y deseamos aliviar el corazón fatigado de pensamientos diversos.

Y de muy buena gana nos detenemos en hablar y pensar de las cosas que amamos o sentimos adversas.

Mas, ¡ay dolor!, que muchas veces sucede vanamente y sin fruto; porque esta exterior consolación es de gran detrimento a la interior y divina.

Por eso, velemos y oremos, no se nos pase el tiempo en balde.

Si puedes y conviene hablar, sean cosas que edifiquen.

La mala costumbre y la negligencia de aprovechar ayudan mucho a la poca guarda de nuestra lengua.

Pero no poco servirá para nuestro espiritual aprovechamiento la devota plática de cosas espirituales, especialmente cuando muchos de un mismo espíritu y corazón se juntan en
Dios.

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