Mamá
dijo: "Tengo cáncer... “y siguió lavando los platos, nosotros dejamos caer
las cucharas, las ollas, la quijada, no podía ser, no nuestra madre,
empezamos a llamar a mil médicos, mi hermana abrió su laptop para
investigar.
- Ya basta - dijo mi madre con su voz de los
regaños - pongan la mesa que es hora de almorzar.
Así fueron los días que quedaron con mi madre, ella
haciendo su vida, nosotros revoloteando en pánico, ella comprando remedios
mágicos que probaba por complacernos. Ahí desde el sillón después de sus
tratamientos, diciendo que no era nada, limpiando las lágrimas que a veces sin
quererlo nos traicionaron.
Quizás es porque no hay edad para ser huérfano y
nosotros nos sentíamos con una sensación de orfandad anticipada, ella serena,
preparando y congelando toneladas de comida, haciendo los arreglos para su
partida, sirviéndole un café a la muerte y entreteniéndole para distraerla de
su propósito.
Mi madre cuidándonos a todos mientras con una mano
movía el potaje y vigilaba a sus nietos, la mujer en su esplendor y gloria
gozando un poco el efecto secundario de su enfermedad, ya no había agendas
llenas, viajes, cursos, que impidieran sentarnos a su mesa todos éramos sus
niños nuevamente, todos arrebatando sus besos contados, su tacto limitado, su
esfuerzo y paciencia reforzados.
No, no nos dejaba lavar nada, hoy tengo un buen día
decía, ya en el hospital lo harán por mí.
Nos trajimos saben, el hospital a casa, para seguir
viendo cada mañana ese turbante inquieto cuidar su huerto, podar sus rosas,
acariciar los perros inquietos que no la dejaban ni a sol ni sombra.
Ahí hasta que fue inevitable, ahí hasta verla
apagarse una tarde de verano consolando a una dinastía que la rodeaba. Por fin
voy a descansar dijo, nos reímos y empezamos a contar las mismas anécdotas de
siempre y ella reía y habíamos dejado de llorar cuando en un suspiro mi madre
se fue a las estrellas del firmamento.
Mi madre había pasado sus días recientes
enseñándonos a ser sobrevivientes...
*Male Capetillo