"Me invocaréis y vendréis a rogarme y yo os escucharé, me buscaréis y me encontraréis,
cuando me busquéis de todo corazón." Jeremías 29:12,13 Siento en este
instante que mi vida es como un mar agitado en tempestad, y miedo. Temo no
superar esta situación que estoy viviendo; es más fuerte que yo.
Ha
llegado a mi alma la aflicción en una forma inesperada y siento que he caído en
un abismo infinito y oscuro que me aleja de mis sueños; veo mi mañana oscuro,
no encuentro la salida.
Mi
mente está inquieta, cientos de pensamientos se agitan dentro de ella e invaden
mi corazón con sentimientos y emociones dolorosas. Y mi cuerpo permanece como
inerte pues no sabe a qué vos seguir, me siento paralizado. Hay momentos que quiero
huir pero aunque lo intente, el dolor no cesa porque está dentro de mí.
No
lo puedo dejar atrás: Corre a la misma velocidad que mi cuerpo, mi alma y mi espíritu.
Cuando huyo me acompaña y cuando me doy por vencido y me dejo caer, también
está allí este sentimiento.
Necesito
tanto del Señor pero temo al mismo tiempo que no me escuche, porque también
estoy sintiendo enojo contra Él por no haber evitado el dolor que estoy sufriendo.
Siento que mi padre Dios, me ha abandonado.
Mi
vida está en tormenta, la luz de mi voluntad se apaga, no encuentro solución humana
a mis problemas, más… he caminado por sus sendas, estoy aprendiendo a escuchar
su voz, he visto su mano de misericordia y poder. Debo buscar su amparo, su refugio
y su palabra... El está presente y se manifiesta en el poder de la naturaleza y
su belleza la veo en cada atardecer.
“Sálvame,
oh Dios, porque las aguas me han llegado hasta el alma. Me he hundido en el
cieno profundo y no hay donde hacer pie, he llegado a lo profundo de las aguas,
y la corriente me anega. Cansado estoy de llorar, reseca mi garganta; mis ojos
desfallecen mientras espero a mi Dios.” Salmo
69:1-3