Si quieres aprovechar algo, consérvate en el temor de Dios, y
no quieras ser demasiado libre; mas con severidad refrena todos tus sentidos y
no te entregues a vanos contentos.
Date a la compunción del corazón, y te hallarás devoto.
La compunción causa muchos bienes, que la disolución suele
perder en breve, Maravilla es que el hombre pueda alegrarse alguna vez
perfectamente en esta vida considerando su destierro, y pensando los muchos
peligros de su alma.
Por la liviandad del corazón y por el descuido de nuestros
defectos no sentimos los males de nuestra alma, pero muchas veces reímos sin
razón, cuando con razón deberíamos llorar. No hay verdadera libertad ni plácida
alegría, sino con el temor de Dios con buena conciencia. Bienaventurado aquel
que puede desviarse de todo estorbo de distracción, y recogerse a lo interior
de la santa compunción.
Bienaventurado
el que renunciare todas las cosas que pueden mancillar o agravar su conciencia.
Pelea como varón: una costumbre vence a otra costumbre. Si tú sabes dejar los
hombres, ellos bien te dejarán hacer tus buenas obras. No te ocupes en cosas
ajenas ni te entremetas en las causas de los mayores.
Mira
siempre primero por ti, y amonéstate a ti mismo más especialmente que a todos
cuantos quieres bien. Si no eres favorecido de los hombres, no te entristezcas
por eso, sino aflígete de que no te portas con el cuidado y circunspección que
convienen a un siervo de Dios y a un devoto religioso.
Muy
útil y seguro es que el hombre no tenga en esta vida muchas consolaciones,
mayormente según la carne. Pero de no tener o gustar rara vez las cosas
divinas, nosotros tenemos la culpa; porque no buscamos la compunción, ni
desechamos del todo lo vano y exterior.
Reconócete
por indigno de la divina consolación; antes bien créete digno de ser
atribulado. Cuando el hombre tiene perfecta contrición, entonces le es grave y
amargo todo el mundo. El que es bueno halla bastante materia para dolerse y
llorar; porque ora se mire a sí mismo, ora piense en su prójimo, sabe que
ninguno vive aquí sin tribulaciones. Y cuando con más rectitud se mire, tanto
más halla por qué dolerse.
Materia
de justo dolor y entrañable contrición son nuestros pecados y vicios, en que
estamos tan caídos, que pocas veces podemos contemplar las cosas celestiales.
Si continuamente pensases más en tu muerte que en vivir largo tiempo, no hay
duda que te enmendarías con mayor fervor. Si pensases también de todo corazón
en las penas futuras del infierno, o del purgatorio, creo que de buena gana
sufrirías cualquier trabajo y dolor, y no temerías ninguna austeridad; pero
como estas cosas o pasan al corazón y amamos siempre el regalo, permanecemos
demasiadamente fríos y perezosos.
Muchas
veces por falta de espíritu se queja el recuerdo miserable. Ruega, pues, con
humildad al Señor que te dé espíritu de contrición, y di con el profeta: Dame,
Señor, a comer el pan de lágrimas, y a beber en abundancia el agua de mis
lloros.