Busca
tiempo a propósito para estar contigo y piensa a menudo en los beneficios de Dios.
Deja las cosas curiosas: lee tales
materias, que te den más compunción que ocupación. Si te apartares de
conversaciones superfluas y de andar ocioso y de oír noticias y murmuraciones,
hallarás tiempo suficiente y a propósito para entregarte a santas meditaciones.
Los mayores Santos evitaban cuanto
podían la compañía de los hombres, y elegían el vivir para Dios en su retiro.
Dijo uno: (Cuantas veces estuve
entre los hombres volví menos hombre» (1). Lo cual experimentamos cada día
cuando hablamos mucho.
Más fácil cosa es callar siempre que
hablar sin errar.
Más fácil es encerrarse en su casa
que guardarse del todo fuera de ella. Por esto, al que quiere llegar a las
cosas interiores y espirituales le conviene apartarse con Jesús de la gente.
Ninguno
se muestra seguro en público, sino el que se esconde voluntariamente.
Ninguno habla con acierto, sino el
que calla de buena gana.
Ninguno preside dignamente, sino el
que se sujeta con gusto.
Ninguno manda con razón, sino el que
aprendió a obedecer sin replicar.
Nadie se alegra seguramente, sino
quien tiene el testimonio de la buena conciencia. Pues la seguridad de los
Santos siempre estuvo llena de temor divino. Ni por eso fueron menos solícitos
y humildes en sí, aunque resplandecían en grandes virtudes y gracias.
Pero la seguridad de los malos nace
de la soberbia y presunción, y al fin se convierte en su mismo engaño. Nunca te
tengas por seguro en esta vida, aunque parezcas buen religioso o devoto
ermitaño
Los muy estimados por buenos, muchas
veces han caído en graves peligros por su mucha confianza.
Por lo cual es utilísimo a muchos
que no les falten del todo tentaciones y que sean muchas chas veces combatidos,
porque no se aseguren demasiado de si propios, porque no se levanten con
soberbia, ni tampoco se entreguen demasiadamente a los consuelos exteriores.
¡Oh, quién nunca buscase alegría
transitoria! ¡Oh, quién nunca se ocupase en el mundo, y cuán buena conciencia
guardaría!
¡Oh, quién quitara de sí todo vano
cuidado, y pensase solamente las cosas saludables y divinas, y pusiese toda su
esperanza en Dios, cuánta paz y sosiego poseería!
Ninguno es digno de la consolación
celestial si no se ejercitare con diligencia en la santa contrición.
Si quieres arrepentirte de corazón,
entra en tu retiro, y destierra de ti todo bullicio del Mundo, según está
escrito: Contristaos en vuestros aposentos (Salmo 4, 5). En la celda hallarás
lo que perderás muchas veces por de fuera.
El retiro usado se hace dulce, y la
poca usada causa hastío. Si al principio de tu conversión le frecuentares y
guardares bien, te será después dulce amigo y agradable consuelo.
En el silencio y sosiego aprovecha
el alma devota y aprende los secretos de las Escrituras.
Allí halla arroyos de lágrimas con
que lavarse y purificarse todas las noches, para hacerse. Tanto más familiar a
su Hacedor cuanto más se desviare del tumulto del siglo.
Y
así el que se aparta de sus amigos y conocidos, estará más cerca de Dios y de
sus santos ángeles.
Mejor es esconderse y cuidar de sí,
que con descuido propio hacer milagros. Muy loable es al hombre religioso salir
fuera pocas veces, huir que le vean y no
querer ver a los hombres.
¿Para qué quieres ver lo que no te
conviene tener?
EL mundo pasa y sus deleites (1 Jn.,
2, 1'7). Los deseos sensuales nos llevan a pasatiempos; mas, pasada aquella
hora, qué nos queda, sino pesadumbre de conciencia y derramamiento de corazón?
La salida alegre causa muchas veces
triste vuelta, y la alegre trasnochada hace triste mañana. Así, todo gozo
carnal entra blandamente; más al cabo, muerde y mata.
¿Qué
puedes ver en otro lugar, que aquí no lo veas? Aquí ves el cielo y la tierra y
todos los elementos, y de éstos fueron hechas todas las cosas.
¿Qué puedes ver en algún lugar, que
permanezca mucho tiempo debajo del sol? ¿Piensas, acaso, satisfacer tu apetito?
Pues no lo alcanzarás. Si vieses todas las cosas delante de ti, ¿qué sería sino
una vista vana?
Alza tus ojos a Dios en el cielo, y
ruega por tus pecados y negligencias. Deja lo vano a los vanos, y tú ten
cuidado de lo que te manda Dios. Cierra tu puerta sobre ti, y llama a tu amado
Jesús; permanece con El en tu aposento, que no hallarás en otro lugar tanta
paz.
Si no salieras ni oyeras noticias,
mejor perseverarías en santa paz. Pues te huelgas de oír algunas veces
novedades, conviénete sufrir inquietudes de corazón.