Cuántas
veces te dejaste llevar por las emociones, por la ira y hablaste palabras que
no edifican hacia tus hijos sobrinos, familiares, amigos y empleados
Pensaste que era un mal necesario, pero no te diste cuenta que generaste rencor
y temor en las personas que te rodean. La palabra dicha no tiene vuelta y puede
causar mucho daño, aunque no lo percibas así.
En estos días estamos sumidos por los afanes de la vida, del trabajo, de la
familia y muchas veces no nos detenemos a pensar en lo que decimos ni hacemos.
La palabra nos enseña sobre el cuidado con las palabras que hablamos: “Ninguna
palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la
necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.” (Efesios 4.29
RV60)
Hacer esto cuesta mucho, es el resultado de la obra de Cristo en el corazón y
de la práctica diaria para domar la lengua que es un miembro pequeño pero puede
edificar o destruir.
La Biblia también menciona esto: “De una
misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?”(Santiago
3.10-11 RV60)
Cuando te quieras dejar llevar por la ira, cuando parezca que no tienes más
respuestas a lo que atraviesas, recuerda estos versos y expresa tus
pensamientos con cariño; no te guardes tus palabras, sólo dilas de una manera
diferente, la cual exhorte y edifique a los demás.
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