En
una de las publicaciones de la revista Selecciones de Reader’s Digest,
Clarence W. Hall, cuenta una historia que le fue relatada por un amigo
suyo:
“Vino a vivir en nuestro pueblo una mujer viuda, de gran belleza, madre de tres
hijos; a las pocas semanas era la comidilla de todo el vecindario. Decían que
era demasiado hermosa, que la visitaban hombres, que tenía muy poco de
ama de casa, que sus hijos vagabundeaban por las calles y comían en casa de los
vecinos, que pecaba de perezosa y se pasaba la mayor parte del tiempo
tendida en un sofá entregada a la lectura.
Una mañana nuestra linda vecina se desmayó en la oficina de correos y no tardó
en saberse la verdad. Padecía una incurable enfermedad que le impedía
hacer las labores de la casa. Enviaba a los chiquillos a la calle cuando los
medicamentos no bastaban para aliviar su dolor. “Quería – explicó- que me
viesen siempre feliz y alegre”. Los hombres que la visitaban eran el
antiguo médico de la familia, el abogado que cuidaba de sus bienes y el
hermano de su marido.
Los vecinos del pueblo se portaron muy bien con ella durante los restantes
meses de su vida, pero los murmuradores nunca se perdonaron su ligereza”.
A todos nos ha pasado que en alguna oportunidad nos apresuramos a juzgar a
alguien, por su apariencia, actitud, por lo poco que vemos o creemos conocer de
esa persona, buscamos conocer su vida o detalles de ella que llenen nuestra
curiosidad.
Cuántas vidas y familias han sido destruidas por los chismes, por gente que sin
saber la situación real de la persona, tomaron lo poco que conocían de ella,
agregaron suposiciones y esparcieron esa información falsa, lastimando a más de
uno; y cuando quisieron remendar los daños ya era prácticamente imposible
porque ese chisme había pasado de uno a otro desconociendo su alcance.
No asumamos el papel de jueces con los demás, si realmente te interesa la vida
de esa persona, busca conocerla, pregúntale qué necesita o cómo podrías ayudar,
pero no saques conclusiones basado en suposiciones.
Romanos 14:13 dice: “Así que dejemos de juzgarnos unos a otros. Por el
contrario, propónganse vivir de tal manera que no causen tropiezo ni caída a
otro creyente”. (NTV)
Cuida mucho lo que dices de los demás, recuerda que podrías causar un daño
irreparable. Por algo es que Jesús hace la siguiente advertencia: “Les digo lo
siguiente: el día del juicio, tendrán que dar cuenta de toda palabra inútil que
hayan dicho. Las palabras que digas te absolverán o te condenarán”. Mateo
12:36,37 (NTV)
Busquemos que nuestras palabras sean portadoras de ánimo y que edifiquen
a los demás, marquemos la diferencia.
Hola, espero que estés bien, al igual que disfrutes de esta publicación, déjanos conocer tu opinión, que Dios me los bendiga siempre