Antes
sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como
Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4:32
Necesitamos
tanto el perdón para nuestras almas como alimento para nuestros cuerpos.
Como
humanos somos sensibles a las ofensas, ya sea en acción, omisión o palabras;
nos sentimos tan afectados cuando ocurren que las creemos imperdonables. Pero,
¿Por qué no pensamos en aquellas cosas con las que agraviamos a Dios?. Lo
deshonramos tanto que nos vemos impedidos de gozar de su amor.
Nuestra
culpa, aun cuando procuramos rechazarla, nos pesa y esa es la fuente de muchos
sufrimientos e incluso enfermedades.
El
mensaje esencial de las escrituras consiste en que Jesucristo pagó las deudas
por nuestras ofensas y cuando fallamos el perdón de Dios se hace evidente en
nuestras vidas.
Nosotros
también debemos perdonar a quienes nos han ofendido. Pero, ¿Cómo responder a
una ofensa? No podemos negar el hecho, ni aun reconciliarnos, teniendo en poco
el asunto sin tratarlo a fondo; es decir, perdonar sólo en palabras o ignorarlo
no ayuda.
¿Qué
hacer? Con humildad y dispuesto a reconocer nuestras propias faltas, debemos
acercarnos a quienes nos ofendieron y perdonar. No es una tarea fácil pero Dios
te dará el valor para perdonar y eso permitirá no sólo tu curación y liberación
sino también la de la otra persona.
Otorgar
el perdón es imitar a Jesús y sobre todo recordar que nosotros mismos fuimos
perdonados.
“Pues
para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos
ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló
engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición;
cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga
justamente.” 1 Pedro 2:21-23.
Hola, espero que estés bien, al igual que disfrutes de esta publicación, déjanos conocer tu opinión, que Dios me los bendiga siempre