Una
vez cierto rey recibió como regalo dos magníficos halcones provenientes de
Arabia. Eran halcones peregrinos, las aves más hermosas que se hayan visto. El
rey entregó las preciosas aves al maestro de cetrería para que las entrenara.
Pasaron los meses y un día el maestro de cetrería le informó al rey que uno de los halcones estaba volando majestuosamente, planeando alto en los cielos, pero el otro no se había movido de su rama desde el día en que llegó.
El rey convocó a todo curandero y hechicero que hubiera en para atender al halcón, pero ninguno pudo hacer que el ave volara.
Luego les presentó la tarea a los miembros de su corte, sin embargo, al día siguiente, el rey vio a través de la ventana del palacio que el ave aún no se movía de su rama.
Habiéndolo intentado todo, el rey pensó: Tal vez necesito a alguien que esté más familiarizado con la vida del campo para que entienda la naturaleza de este problema.
Entonces le gritó a su corte:
-¡Vayan a buscar a un granjero!
A la mañana siguiente el rey se emocionó al ver al halcón volando muy alto sobre los jardines del palacio y le dijo a su corte: Tráiganme al hacedor de este milagro.
A la mañana siguiente el rey se emocionó al ver al halcón volando muy alto sobre los jardines del palacio y le dijo a su corte: Tráiganme al hacedor de este milagro.
La corte rápidamente localizó al granjero, quien vino ante el rey. Éste le preguntó: ¿Cómo hiciste para que el halcón volara?
Con reverencia, el granjero le dijo al rey: Fue fácil, su majestad. Simplemente corté la rama.
Cuántas veces nos quedamos adormecidos en un lugar, estamos tan cómodos que no nos animamos a hacer nada más y dejamos que nuestros dones y talentos se queden dormidos. Vemos cómo los otros vuelan alto y nosotros nos quedamos sólo observando cuando podríamos hacer lo mismo que aquellos que han remontado vuelo.
Así que muchas veces, Dios decide cortarnos la rama a la que estamos aferrados, nos saca de nuestra zona de confort y es ahí, cuando desplegamos nuestras alas y empezamos a experimentar lo que es volar, comenzamos a conocer de qué somos capaces.
Eres un ser precioso y Dios quiere lo mejor para ti. Así que si en algún momento, Dios corta tu rama no protestes, no te enojes con Él, despliega tus alas y vuela.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” Romanos 8:28
Hola, espero que estés bien, al igual que disfrutes de esta publicación, déjanos conocer tu opinión, que Dios me los bendiga siempre