Como hijos de Dios debemos aprender a aceptar todo lo que Él nos va dando aunque no recibamos lo que pedimos. Nuestro Padre nos ama y por esa razón tiene que ir moldeando nuestra paciencia, fe y emociones hasta alcanzar la madurez suficiente para poder administrar lo que ponga en nuestras manos.
En la parábola del hijo pródigo, se menciona que el menor de los hijos exigió su herencia, su padre concedió el pedido y le dio lo que le correspondía. No después de muchos días, reunió todo y se fue a otro lugar donde malgastó su dinero. En ese entonces vino gran hambre a aquella ciudad y él no tenía con qué hacer frente a esa situación; entonces, tuvo que cuidar cerdos queriendo comer algarrobas para saciar el hambre que tenía. Este joven, no estaba preparado para poder administrar responsablemente lo que se le había entregado.
Muchos sólo nos limitamos a pedir como este joven, creemos que Dios nos tiene que dar todo lo que pidamos en ese mismo instante aunque no tengamos la madurez suficiente para poder recibir lo que queremos y justamente ese es el motivo por el cual muchas veces no vemos la respuesta positiva a nuestras peticiones, porque posiblemente, al no estar preparados solamente malgastaríamos las bendiciones; es mejor esperar su voluntad para recibir lo que pedimos porque todo tiene su tiempo.
No cometas el mismo error de este joven que pidió su herencia sin estar preparado para poder hacerse responsable de lo que su padre le había dado. Para poder recibir las bendiciones de Dios, necesitas tener madurez y mucha responsabilidad para poder disfrutar de lo que el Padre ponga en tus manos. ¡Pide todo a su tiempo!
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su
hora”. Eclesiastés 3:1 (RVR1960)