“Mefi-boset
se inclinó respetuosamente y exclamó: ¿Quién es su siervo para que le muestre
tal bondad a un perro muerto como yo?” 2 Samuel 9:8 (NTV)
Existen momentos en la vida donde todo es muy oscuro y pareciera que al final
del túnel no volveremos a ver la luz del día.
Mefi-boset
se encontraba en una situación similar. A los cinco años había quedado
huérfano, ya que su padre había muerto en la guerra contra los filisteos, al
oír esto la nodriza lo tomó en sus brazos y huyó rápidamente para rescatarlo de
la muerte, pero en el camino el niño cayó de sus brazos y desde entonces
quedó lisiado de sus piernas.
Seguro que a medida que iba creciendo Mefi-boset, miraba a los niños de su edad
jugando a la pelota y tal vez se llenaba de prejuicios por los impedimentos que
tenía y, por más que quisiera, nunca podría ser como los demás niños y menos
ser como los jóvenes de su época; y seguramente vivir escuchando a
personas que lo menospreciaban por tener esos defectos físicos era más duro que
su misma enfermedad.
Muchos de los que nos acercamos a Jesús de alguna manera nos vemos reflejados
en Mefi-boset, puede que no tengas defectos físicos, pero tal vez ciertas
debilidades tuyas se ven reflejadas en tus fracasos y crees que no es
posible mejorar porque sólo escuchas de los demás palabras que te dicen lo mal
que has hecho las cosas y tu mente se queda con el “¡no sirves para nada!”
Entonces, crees que la vida no es justa contigo y tiendes a juzgar a Dios por algunas cosas que te pasan y hasta llegas a pensar que algo se le escapó de las manos y por ende te quejas, ya que te cuesta entender el porqué de las cosas que atraviesas.
Después de muchos años, en los que probablemente Mefi-boset pensó que nació
desdichado y moriría así, todo cambió de repente. La persona que él temía y que
tenía su vida en sus manos, de repente cree que es conveniente hacer
misericordia con alguien de la familia de su padre y ¿a que no saben a quién le
dieron la honra de comer siempre en la mesa del Rey? Sí, el mismo el hombre
lisiado y cojo de la familia de Saúl el cual se llamaba Mefi-boset (que quiere
decir el Avergonzado).
Siempre hay momentos en los que sentimos que todo está mal y que por nuestras
limitaciones nunca vamos a alcanzar lo que deseamos y pasamos toda nuestra vida
intentando solamente sobrevivir aun sabiendo que somos de la realeza,
preferimos vivir una vida mediocre, llegando a la conmiseración como lo hacía
Mefi-boset pero llegó el día que pasó lo inimaginable, tuvieron misericordia de
él y no fue cualquiera persona sino el Rey.
Hoy
te animo a dejar atrás todos tus prejuicios y tus discapacidades para sentarte
en la mesa del Rey, Él ha preparado un lugar especial para ti.
Hola,
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