SEÑOR QUE YO PUEDA VER

El ciego de Jericó podía tener muchos deseos, pero cuando Jesús le pregunta: “¿Qué quieres que te haga?”, responde al momento: “¡Señor, que vea!” (Lc 18,41). Por encima de todo el ciego quería ver; y vio al instante. Cuando realmente tomamos consciencia de nuestra gran ceguera mental y espiritual, y de sus serias consecuencias, estamos dispuestos a abandonar todas las ideas preconcebidas que tenemos. En vez de definir las cosas desde nuestra pequeña mente, en vez de decirles qué son y para qué son, nos dirigimos con reverencia y humildad al Señor pidiéndole abra nuestros ojos. Por encima de todo queremos ver las cosas de otra manera, como las ve Dios.
Y de nuestro corazón sediento de verdad surge el grito: ¡Señor, que vea! Y entonces el Padre de la gloria ilumina los ojos del corazón, y empezamos a ver la realidad más allá de pensamientos y de imágenes creadas por nuestra propia mente. Es un proceso en el que el Espíritu nos va liberando de nuestra vieja programación mental y nos va dando una nueva visión. Al compartir esa visión con otros buscadores de la verdad, ésta se va haciendo más clara y potente.

“En la casa de mi Padre hay muchas moradas (Jn 14,1s).Todos estamos llamados a despertar y a entrar en lo nuevo. Pero no al mismo tiempo y de la misma manera. Si sientes que este no es tu momento, no intentes detener a quines Dios llama a ir adelante. Ofréceles el apoyo de tu oración. Si te sientes llamado a entrar en lo nuevo, no lo dejes para mañana. En el reino de Dios no existe el mañana. En el reino se entra hoy y aquí, o no se entra.

Pero nadie entra por sus propias fuerzas. Cuando reconoces esta doble verdad, ya estás en camino. Deja de dar vueltas en tu cabeza; eso no lleva a ninguna parte. Busca la puerta en tu corazón y la encontrarás si tomas el tiempo necesario. Pon toda tu confianza en Dios, cuyo poder no tiene límites, y cuya generosidad nos sorprende cada día. Esa fe te permitirá dar el salto sin temor a lo desconocido.

Pide un milagro a Dios y verás manifestarse su gloria y sus maravillas. Nunca alcanzarás el límite de lo nuevo, porque no hay límites. Cada uno de nosotros es un microcosmos: un reflejo del universo. La ciencia actual se llena de pasmo al mirar al universo. Más que un lugar es un proceso... Conforme se desarrolla la consciencia vas creciendo; y su desarrollo no tiene fin. Cada descubrimiento trae un nuevo gozo, un nuevo himno de alabanza y gratitud a Dios.


OREMOS: Padre Dios, no me dejes caer en la tentación de identificarme con mi mente, ni con lo que mi mente me cuenta. No quiero ser esclavo de mi mente, ni de mi ego. Desde este momento renuncio a aferrarme a mis esquemas mentales y a mi pasado. Envía tu Espíritu que me haga libre para caminar sin mirar atrás, hacia lo eternamente nuevo que se encuentra en mí, pero que no viene de mí. Gracias infinitas por haber establecido tu reino dentro de mí y dentro de mis hermanos. Abre nuestros ojos para descubrir las maravillas de tu reino.

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