Cuando
la causa es consciente y se concreta bien, es fácil descubrir su exageración o
su sinrazón, y así será fácil modificarla. Pero a veces la reprimimos
inconscientemente, porque no quisiéramos que actos o motivos inconfesables
apareciesen ni siquiera ante nuestra mente; otras veces la transferimos a otros
estímulos o circunstancias concomitantes. Entonces puede ser muy útil la
consulta con un especialista.
Un sentimiento perturbador subconsciente
o una ansiedad se normaliza o disminuye al hacer más consciente la idea que lo
produce. De ahí que muchos conflictos afectivos se curan con sólo manifestarlos
y desmenuzarlos. Así, pues, un examen detenido del contenido de nuestros
sentimientos, de su origen y sus causas, y el descubrir en muchas fobias el
reflejo condicionado o la transferencia que las producía basta para
debilitarlas o anularlas.
b) la ilación
o razón de ser de un sentimiento que ahora nos parece ilógico, pero que no
acertamos a dominar, puede hacerse clara si descubrimos alguna circunstancia
olvidada o alguna tendencia reprimida. Cierta exploración psíquica o algunos
tests, podrán ayudarnos a descubrirlas y liberarnos de sus dañosos efectos.
c)
La intensidad o fuerza emotiva de una idea depende:
1) De su calidad o sensibilización: cuanto más
concreta y sensible, conmueve más; cuanto más espiritual y abstracta, menos.
Por eso los oradores hablan a la imaginación, para obtener un resultado
inmediato, un sentimiento; y tratan de convencer al entendimiento cuando
pretenden un efecto duradero.
2) De su cantidad e importancia: cuanto más
asociada esté a otras ideas, experiencias o sentimientos, y sean éstos de mayor
trascendencia, tiene mayor fuerza.
3) De su duración: emociones, ya sean de temor, de ira o de tristeza
que duran poco tiempo, dejan poco rastro en el organismo o en el psiquismo.
Pero si perduran en exceso, pueden modificarlo notablemente, atrayendo, como
decíamos del sol intruso, cada vez más pensamientos y actos bajo su órbita, y
causando un desorden duradero.
Descubierta, pues, la idea
perturbadora, le quitaremos sensibilidad, importancia y detalles, y la
desligaremos de otras experiencias; no nos detendremos en ella conscientemente,
sino que pondremos cuanto antes el pensamiento y sentimiento contrario o, por
lo menos, diferente. Por eso también al sustituirlas hay que buscar otras lo
más sensibles que podamos, símbolos que digan mucho a nuestra imaginación; hay
que asociarlas a vivencias importantes, y hay que repetirlas y pasearlas por el
campo de la conciencia para que engloben en sí como la bola de nieve el mayor
número posible de elementos psíquicos.