“El agua toma la forma siempre de los
vasos/que la contienen. Dicen las ciencias que mis pasos atisban y
pretenden analizarme en vano;/ yo soy la resignada por excelencia, hermano”
(Amado Nervo).
Te estás duchando o lavando esta mañana o tarde.. ¿
No te has detenido nunca a contemplar la hermosura del agua? ¿Nunca te has
fijado en la obediencia total que presta al hombre?
¿NO te has dado cuenta de lo grande que aparece en
el mar? ¿Has pensado alguna vez en medir vaso a vaso la cantidad de agua que
hay en los océanos?
En estos últimos años, en los que el líquido
elemento falta, se hacen restricciones. Todo el mundo se queja de la sequía
pero no le canta al agua sus maravillas.
Hoy te invito a que contemples el agua como un
elemento de purificación. Sí, ya lo sabes. En todas las religiones el agua ha
constituido siempre un elemento de purificación.
El cristiano, para entrar en el mundo de Dios, se
inicia con el sacramento del bautismo, en el cual no puede faltar el agua.
El mismo Jesús, antes de comenzar su obra de
purificación de esta sociedad y de darle una nueva vida mediante la
inserción de la persona en la esfera de Dios, va al río Jordán para recibir el
bautismo de manos de Juan Bautista.
Los cielos parecían más bellos que nunca. La
voz de Dios Padre habla a los allí presentes y ahora a ti:”Ese es mi Hijo
amado, escuchadle”.
¡Vive hoy
feliz!