Creo
que en algún momento de nuestra vida dijimos o escuchamos decir a alguien: ¡Ya
no puedo más! Estas palabras que manifiestan rendición, cansancio y agotamiento
se hacen parte de nosotros cuando sentimos que las dificultades han sobrepasado
nuestras fuerzas.
Ya no hay fuerzas para seguir, el silencio y el vacío se han apoderado de
nuestros pensamientos y la luz de un futuro dejó de brillar; no concebimos
esperanza, entonces nos vemos estancados por los problemas y ya no queremos
seguir, creyendo que el dolor que tenemos es lo único a lo cual podemos
aferrarnos.
Elías vivió algo similar, después de haber escuchado que Jezabel lo perseguía para matarlo y había jurado frente a sus dioses que lo cumpliría, escapó para salvar su vida hacia el desierto. Un día de camino, sentándose bajo un enebro y deseando morirse dijo “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy mejor que mis padres.” (1 Reyes 19: 1-4)
¿Un hijo de Dios puede expresar estas palabras? Y aunque tal vez nos cueste aceptarlo es así, pero esta declaración no es de cobardía sino, es un reconocimiento que somos tan frágiles y débiles que necesitamos de alguien para poder vencer.
Cuando llegamos a este punto entonces no sólo entendemos sino comprendemos que únicamente Dios puede ayudarnos y darnos la fortaleza para continuar. En Joel 3:10 el Señor se dirige a aquellos que están débiles, que se sienten sin fuerzas y les exhorta a decir “fuerte soy”, en 2 Corintios 12:10 Pablo dice “…por el amor a mi Salvador me gozo en las debilidades, en afrentas, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Elías vivió algo similar, después de haber escuchado que Jezabel lo perseguía para matarlo y había jurado frente a sus dioses que lo cumpliría, escapó para salvar su vida hacia el desierto. Un día de camino, sentándose bajo un enebro y deseando morirse dijo “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy mejor que mis padres.” (1 Reyes 19: 1-4)
¿Un hijo de Dios puede expresar estas palabras? Y aunque tal vez nos cueste aceptarlo es así, pero esta declaración no es de cobardía sino, es un reconocimiento que somos tan frágiles y débiles que necesitamos de alguien para poder vencer.
Cuando llegamos a este punto entonces no sólo entendemos sino comprendemos que únicamente Dios puede ayudarnos y darnos la fortaleza para continuar. En Joel 3:10 el Señor se dirige a aquellos que están débiles, que se sienten sin fuerzas y les exhorta a decir “fuerte soy”, en 2 Corintios 12:10 Pablo dice “…por el amor a mi Salvador me gozo en las debilidades, en afrentas, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Versículos más delante de 1 Reyes dice que Elías estaba
durmiendo cuando vino un ángel a alimentarlo por dos veces y él fortalecido
se levantó y continúo su camino.
Hoy quiero animarte a que si te encuentras en una situación donde ya no puedes
más y quieres renunciar a todo, recuerdes que la fortaleza y el poder de Dios
están contigo, no estás solo; por ningún instante pienses que el Señor te
abandonó porque Él que te hizo, cuida de ti y no te dará más allá de lo que
puedas soportar.
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