En
1921 un padre desesperado, porque su hijo era diabético, le preguntó a un
médico:
“¿Deberíamos
prolongar este estado infortunado del niño? No pudiendo sobrevivir y llegar a
ser un hombre sano, ¿no sería preferible dejarlo morir?”
Al día siguiente se anunció el descubrimiento de la insulina. El pequeño niño llegó a ser un médico reconocido y padre de cuatro niños.
Cuántas veces hemos estado a punto de abandonar lo que estábamos haciendo, de
tomar en nuestras manos las situaciones, los problemas; pensamos que Dios no
escucha o que quizás lo mejor es que nosotros lo ayudemos.
No es fácil esperar, y mucho menos cuando se trata de una enfermedad, de deudas o problemas familiares. Sin duda alguna, lo último que queremos hacer es eso, pero Dios tiene su tiempo y la respuesta precisa a cada necesidad.
Quizás en este preciso instante estás en la sala de un hospital, o recibiste la llamada de un acreedor o quizás uno de tus seres queridos se encuentra sumergido en algún vicio y ya no sabes qué más hacer, posiblemente tu familia no es lo que soñaste y ves cómo se desmorona. En ninguna de esas situaciones la palabra “espera” es agradable, pero Dios no se ha olvidado de ti, ha escuchado tus oraciones, ha visto todas tus lágrimas y tiene algo mejor de lo que necesitas, pero no te rindas.
“Y estamos seguros de que él nos oye cada vez que le pedimos algo que le agrada; y como sabemos que él nos oye cuando le hacemos nuestras peticiones, también sabemos que nos dará lo que le pedimos”. 1 Juan 5:14 (NTV)
No temas, no te desesperes porque Dios no te abandonará nunca. No te rindas y
prepárate porque en cualquier momento verás el milagro que estás esperando.
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