El
odio es como una llama de fuego que puede encenderse por algún daño ocurrido en
nuestra contra, por envidia, por la pérdida de un ser querido u otras
situaciones, y que puede crecer con intensidad llegando a ser como un gran
incendio que no se puede controlar. También puede provocar actos de violencia y
reflejarse a través de insultos o agresiones físicas.
Es triste ver cómo el odio ha sido la fuente de muchos asesinatos y
desastres en la humanidad.
Proverbios 10:12 dice: “El odio es borrado por el perdón. El odio despierta
rencillas; Pero el amor cubrirá todas las faltas.” Así como el fuego es
extinguido por el agua, el odio también puede ser aplacado por el perdón.”
(RVR1960)
Puede que no sea sencillo perdonar a quien nos ha lastimado, porque ha provocado
un profundo dolor en el corazón, entre otras razones; pero si nos ponemos a
pensar en las ventajas del perdón con respecto a guardar rencor, nuestra
decisión será diferente, ya que el perdón te libera de la amargura, del peso
que llevas cargando, te da paz, cambia el semblante de tu rostro, te da una
nueva perspectiva de la vida y además que te hace más feliz.
Jesús no respondió con odio a quienes lo azotaron, escupieron, insultaron o a
los que lo crucificaron, en cambio pidió a Dios que los perdonara
“…decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen…” Lucas 23:34
Él cumplió con su propósito de amor y no dejó que nada perturbara su misión.
Las primeras palabras después de su muerte y su resurrección no encerraron
discordia para las personas que lo ultrajaron, sino la felicidad de la tarea
cumplida: “No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me
verán” (Mateo 28:10)
Perdona y deja que Dios sea quien se haga cargo de aquellos que te lastimaron.
¡No dejes que el odio amargue tu vida!
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