Cuenta
una historia que, mientras visitaba a una vecina, una madre permitió que su
hijo de seis años saliese a jugar a la calle. Después de un momento fue a ver
lo que hacía el niño. Allí cerca se hallaba un pintor que trabajaba sobre
elevados andamios y, aterrada, observó la señora que su hijo se había subido
hasta el último peldaño de la escalera.
- ¡Bájate, Enrique! – gritó desaforadamente y su voz alarmó al niño, quien rápidamente miró hacia abajo, lleno de terror.El pintor, dándose cuenta de lo que acontecía, con voz reposada calmó a la madre exclamando:
- El pequeño está bien, yo me hago cargo de él.Al niño le dijo:
- Escúchame amiguito: mira hacia arriba y sube hasta donde estoy.
- ¡Bájate, Enrique! – gritó desaforadamente y su voz alarmó al niño, quien rápidamente miró hacia abajo, lleno de terror.El pintor, dándose cuenta de lo que acontecía, con voz reposada calmó a la madre exclamando:
- El pequeño está bien, yo me hago cargo de él.Al niño le dijo:
- Escúchame amiguito: mira hacia arriba y sube hasta donde estoy.
El
niño levantó los ojos, sonrió, y llegó sano y salvo con el pintor, quien
tomándolo en brazos descendió con él cuidadosamente y lo entregó a la madre
atribulada.
A todos nos pasa que cuando estamos en una situación complicada tendemos a mirar abajo, a las circunstancias, nuestros defectos y las todas las cosas adversas que nos rodean, cuando en realidad deberíamos levantar la vista y fijar la mirada en Dios.
Siempre que se va escalar o trabajar en altura, una de las recomendaciones que se da es la de no mirar hacia abajo, esto porque el vértigo, que es una sensación ficticia por una alteración en el oído o el sistema nervioso central, hace que sintamos que las cosas alrededor nuestro se están moviendo o, inclusive, podemos sentir que somos nosotros los que estamos dando vueltas o flotando; este desequilibrio puede hacer que caigamos si no cambiamos nuestra mirada.
A todos nos pasa que cuando estamos en una situación complicada tendemos a mirar abajo, a las circunstancias, nuestros defectos y las todas las cosas adversas que nos rodean, cuando en realidad deberíamos levantar la vista y fijar la mirada en Dios.
Siempre que se va escalar o trabajar en altura, una de las recomendaciones que se da es la de no mirar hacia abajo, esto porque el vértigo, que es una sensación ficticia por una alteración en el oído o el sistema nervioso central, hace que sintamos que las cosas alrededor nuestro se están moviendo o, inclusive, podemos sentir que somos nosotros los que estamos dando vueltas o flotando; este desequilibrio puede hacer que caigamos si no cambiamos nuestra mirada.
Esa misma sensación experimentamos cuando estamos con problemas y nos sentimos agobiados, por eso mismo mirar hacia arriba siempre será lo mejor, el cambio de dirección de nuestra mirada nos mantendrá a salvo.
“Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra. No permitirá que tu pie resbale; jamás duerme el que te cuida”. Salmos 121: 2,3 (NVI)
Dios no permitirá que nos lastimemos, sino que nos tomará entre sus brazos con amor y nos conducirá a un lugar seguro.
¡Mantén
fija tu mirada en Dios, Él cuida de ti!
Hola, espero que estés bien, al igual que disfrutes de esta publicación, dejanos conocer tu opinión, que Dios me los bendiga siempre