Amanda es una mujer que tiene problemas con un
compañero de trabajo que es desordenado, mal educado, usa constantemente
palabras soeces, hace bromas pesadas y es por demás entrometido. Todas esas
actitudes lo han convertido en un sujeto irritante. Ella piensa que la solución
es que él cambie para mejorar la convivencia en su trabajo.
A unos kilómetros de distancia vive Ricardo, un joven de 24 años que no termina
de comprender el comportamiento de su hermano menor de 15. Además de imitarlo
en su forma de vestir y de ser, de vez en cuando toma ropa que no le pertenece,
agarra sin permiso algunos objetos de su habitación y los devuelve rotos, usa
sus pertenencias sin ningún cuidado y en más de una ocasión, lo ha metido en
problemas con sus padres.
Eliana, vecina de Ricardo, empezó a asistir a la iglesia pero su esposo no quiere saber nada de eso. Él llama a los creyentes fanáticos y no deja de insultarlos. Estando en casa, ocasionalmente muestra ciertas actitudes egocéntricas, grita demasiado y reniega cuando algo no sale como él quería. No es que sea un mal esposo, pero pareciera que desde que ella empezó a ir a la iglesia, él se ha vuelto un poco más torpe e insoportable.
El común denominador entre Amanda, Ricardo y Eliana es que creen en Dios y en su Poder, pero cometen un error: Durante sus tiempos de oración piden que esa persona de carácter difícil cambie.
Esa parece una oración egoísta. ¿Realmente está bien creer que alguien debe cambiar sólo porque tiene actitudes que resultan difíciles de tratar?
Es verdad que en la vida cotidiana uno puede encontrarse con muchas personas difíciles de tratar, pero forzarlos a modificar su comportamiento y rechazarlos si no lo logran, no parece una opción. Proverbios 14:21 dice: “Peca el que menosprecia a su prójimo…” Versión Reina-Valera 1960
Recordemos que al estar perdidos en el pecado estábamos destituidos de la Gloria de Dios, pero aun así Jesús nos amó tanto que entregó su vida para salvarnos y nosotros, sabiendo de su sacrificio, lo rechazamos varias veces antes de aceptarlo por completo. Pero Jesús nunca se detuvo, Él nos trajo al conocimiento de su reino con lazos de amor. Oseas 11:4.
Filipenses 2:5 dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.” Versión Reina-Valera 1960
Dios no nos pide que cambiemos a las personas, nos pide que las amemos. Quizás ellos ya saben que tienen esas actitudes y nuestro rechazo sólo termina empeorándolo todo.
Cambia tu forma de orar, pide que Dios derrame sabiduría sobre ti para mejorar tus relaciones con la gente que te rodea y también pide que te brinde más de Su Amor, para amar a aquel que tanto lo necesita.
Hola, espero que estés bien, al igual que disfrutes de esta publicación, déjanos conocer tu opinión, que Dios me los bendiga siempre