Todos
tenemos conciencia, una alarma que suena antes de pasar un límite, que nos
indica cuando algo malo puede pasar, pero en ocasiones le damos la contra
y como resultado vienen las consecuencias negativas.
En Isaías capítulo 1, el profeta, en nombre de Dios, muestra su pecado a Israel y lo declara culpable; ante Sus ojos debe sufrir las consecuencias, pero algo pasa que continúa diciendo: “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” Isaías 1:16-18
Dios
quiere cambiar los pecados como la grana al blanco más brillante y
centelleante. El blanco es el color de la inocencia, y significa santidad y
justicia. El pueblo de Judá está ante Dios cargado con lo que equivale a un
crimen capital. Pero Dios ya no quiere ver estos graves pecados. No sólo quiere
verlos como si no existieran, sino quiere cambiar estos pecados a lo opuesto, a
pura inocencia y justicia. Quiere mirar como si Israel hubiera hecho tanto bien
como ha hecho mal. Dios otorga a Israel justicia pura y perfecta. Como
resultado de esta sentencia, Israel queda justo y puro ante Dios.”
La disciplina viene juntamente con la gracia restauradora de Dios, grande es su
misericordia dice la Palabra, es inexplicable y a pesar de que los resultados
de nuestras acciones son dolorosos, tienen como objetivo implantarnos
enseñanzas, muy profundas para corregir nuestras malas decisiones, carácter y
experimentar el amor de nuestro Padre, quien a pesar de todo sigue confiando en
nosotros.
Dios nos llama a cambiar el rumbo de nuestro mal camino y nos ofrece limpieza, santidad, amor, redención, justicia y misericordia; ¿lo aceptas?