Simón
era un hombre que se dedicaba a la pesca, cuando Jesús lo vio a orillas
del mar le dijo: “Sígueme”. Después le cambio el nombre a Pedro, para que fuera un pescador de hombres.
Jesús,
hizo algo extraordinario cuando Simón aún era pescador, llenó su
barca de peces y ese milagro fue el que quedó grabado en la memoria de
este hombre. Después, cuando seguía al Maestro, todo iba muy bien
hasta el momento en el que Jesús reveló que moriría y resucitaría; fue
ahí cuando Pedro prometió seguirle hasta la muerte, una promesa que
no duró porque cuando Jesús fue arrestado y lo condujeron a la casa del
sumo sacerdote, Pedro lo seguía de lejos, y cuando todos se
sentaron en el patio de la vivienda, tres personas reconocieron al
discípulo y a todas ellas les negó conocer a Jesús.
Pedro,
sintiéndose quizá indigno, volvió a su vida de antes a ser un pescador.
Cuando Jesús resucitó fue a buscarlo, Él sabía dónde podía
encontrarlo e hizo lo mismo que la primera vez: llenó su barca de
peces. En seguida, Pedro reconoció al autor del milagro y cuando estuvo
delante de Jesús, el Maestro le preguntó tres veces, una por cada
negación: ¿Simón, me amas? Y él respondió: Sí, Señor, tu sabes
que te amo. Pedro, no fue condenado, él vio la gracia de Dios en su
vida después de haberle fallado en las promesas que hizo.
Dios te ha redimido y dado un nuevo nombre, con el
transcurrir del tiempo quizá le has fallado negándole con tus acciones. Hoy
posiblemente te encuentres lejos de Él y regresaste a tu vida pasada,
olvidando las promesas de Dios en tu vida. El Señor, te está
buscando porque quiere restaurarte y derramar su gracia sobre tu vida con
amor.
Si Jesús te preguntara: ¿Me amas? Desde lo más profundo
de tu corazón y con sinceridad, ¿tu respuesta sería como la de Pedro: Sí,
Señor, tu sabes que te amo?.
“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para
conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de
Dios conmigo”. 1 Corintios 15:10 (RVR1960)
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