Algunas
personas, generalmente los hombres, se hacen admiradores de un jugador de
fútbol que suele destacar por su destreza al manejar el balón o por ser quien
marca los goles.
El hincha, nombre con el que se conoce a la persona que sigue con pasión y
entusiasmo a su deportista favorito, ama ver un partido de futbol y por eso no
se pierden ninguno de los días que su equipo va a presentarse: no importa si
está lloviendo o nevando, si está haciendo un temporal que invita a
quedarse en casa o si el partido es muy tarde o muy temprano, de hecho existen
fanáticos que suspenden actividades familiares con tal de ir al estadio.
Es verdad que hay una transmisión televisiva para que cualquiera pueda ver el encuentro deportivo en la comodidad de su hogar, pero el aficionado verdadero conoce muy bien la diferencia de ver el partido en la tv y gritar los goles en vivo y directo.
¿Alguna
vez te hiciste fanático de algún equipo y fuiste a ver un partido de futbol sin
importar la oposición de la naturaleza y hasta suspendiste algunas actividades
que ya tenías programadas con tal de estar cerca de tu jugador favorito?
Tal vez te parezca una locura esforzarse tanto sólo por ver a alguien que quizás nunca se entere quien eres, sin embargo la Biblia destaca a un hombre que hizo algo similar.
Lucas 19:1-10, relata la vez que Jesús entraba en Jericó y un hombre rico
llamado Zaqueo quería verlo pero no podía porque había mucha gente. Para ese
momento la fama de Jesús se había extendido, Lucas 5:15 dice que siempre tenía
una gran muchedumbre siguiéndole a todos lados.
Zaqueo desistió de su intento por penetrar la multitud porque era imposible y decidió adelantarse al trayecto que recorría Jesús, y a pesar de tener baja estatura logró subir a un árbol para verlo, entonces cuando el Señor llegó al lugar, levantó la vista y dijo: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.”
Es increíble lo que muchos fanáticos hacen por ver a sus estrellas de futbol,
pero también son extraordinarias las acciones que muchos hombres hicieron para
acercarse a Dios, la diferencia es que el admirador de alguna estrella del
deporte quizás nunca pueda darle la mano a su ídolo, pero Jesús sí está
dispuesto a dar Gracia a todos los que de corazón humilde lo buscan.
Consideremos: Jesús tenía una muchedumbre siguiéndole y podía escoger a
cualquiera para pasar la noche, pero eligió a uno solamente. No lo hizo al azar
o porque el publicano sí tenía el dinero para dar un banquete, esos son
aspectos irrelevantes que Dios nunca tomó en cuenta para elegir a alguien, lo
hizo porque de entre todos los que lo rodeaban el que tuvo más pasión por
buscarlo fue ese hombre pecador.
Eso mismo pasó con la mujer que tenía el flujo de sangre: mucha gente lo
seguía, pero sólo ella tuvo la audacia para acercarse a Él con fe (Marcos
5:25), en otra ocasión un ciego llamado Bartimeo gritaba y aunque todos le
decían que se callara gritó mucho más, y al final terminó recibiendo su milagro
(Marcos 10:46-52).
Si la pasión, la determinación y unas ganas verdaderas de conocer a Jesús no
acompañan la búsqueda de su presencia, es posible que no podamos encontrarnos
con él.
“Dios mío, tú eres mi Dios, con ansias te busco, pues tengo sed de ti; mi ser
entero te desea, cual tierra árida, sedienta, sin agua. ¡Quiero verte en tu
santuario, y contemplar tu poder y tu gloria, pues tu amor vale más que la
vida! Con mis labios te alabaré; toda mi vida te bendeciré, y a ti levantaré
mis manos en oración.” Salmos 63:1-4 Versión Dios Habla Hoy
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