La Biblia dice
que Moisés clama a Dios, y el mar es dividido. Ana ora y nace
Samuel. Asa ora y obtiene una victoria. Daniel ora y le son reveladas
las setenta semanas. Nehemías ora y el corazón del rey se ablanda en un minuto. Elías
ora y la lluvia desciende a la tierra.
Eliseo ora y el
Jordán es dividido. Jesús ora en el Getsemaní y fue fortalecido para
enfrentarse al sufrimiento que iba a vivir.
La iglesia ora ardientemente y
Pedro es libertado por un ángel. Pablo y Silas oran y cantan y las puertas
de la prisión les son abiertas y caen las cadenas de todos los presos.
Si en toda la
palabra de Dios, encontramos ejemplos de personas que en oración alcanzaron u
obtuvieron los resultados que buscaban; ¿por qué no imitar su proceder y orar?
No sólo por momentos, sino en todo tiempo, porque creo que el éxito que
lleguemos a tener o que anhelamos tener, está fundamentado en permanecer en la
oración.
Pablo, en 1
Tesalonicenses 5:17, nos exhorta a orar en todo tiempo; en otras palabras
decía “nunca
dejen de orar” (NTV). Y Romanos 12:12 indica “Alégrense en
la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración.”
(NVI)
Necesitamos ser
mujeres y hombres de oración, ya sea que estemos pasando por tiempos difíciles
o estemos viviendo tiempos de quietud; debemos seguir orando porque en la
oración encontramos la paz, la fortaleza, la respuesta, el consuelo, la
sabiduría, la esperanza, la fe que tanto precisamos para seguir adelante.
No subestimemos el
perseverar en la oración ya que en ella se sustenta de la gloria y fuerza del
infinitamente poderoso Dios del universo.