SALMO DEL CRUCIFICADO (SALMO 21)

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Te grito, y Tú estás distante.

Te grito, Dios, y no tienes palabra para conmigo.

Te grito de noche, y mi voz se pierde en el eco.

Te grito y no me haces caso. ¡Dios, Dios mío!

Me han dicho que quien confía en Ti, Tú lo pones a salvo. Me han dicho que gritaban y tú les dejabas libres.

Me han dicho que en Ti ponían su confianza y que nunca los defraudaste. ¡No sé nada de eso!, ahora no entiendo de confianza. Sólo sé gritar, Dios mío, y quedarme a solas en mi grito.

Me siento como un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio de muchos; y mi corazón me dice que se ríen de mí porque he acudido a Ti, para que me pongas a salvo.

Tú me llamaste a la vida, me guardaste entre tus manos. Tú eres mi Dios, aunque nada sienta.

No te quedes lejos, Dios mío, que el peligro está cerca y nadie me socorre. Estoy como rodeado de violencia. Estoy como agua derramada. Tengo el corazón como cera, que se derrite en mis entrañas.

Tengo la garganta seca como tierra sin agua.

La lengua se me pega al paladar.

Me siento apretado contra el polvo de la muerte.

Me veo despojado, desnudo, sin fuerzas.

Soy como un payaso de quien todos se ríen.

Tú, Señor, fuerza mía, no te quedes lejos, ven corriendo a auxiliarme.

Mira mi vida, mi única vida, y sálvala. Aunque no te veo, aunque me siento abandonado, aunque me encuentro solo en la prueba, aunque no tengo fuerzas para resistir, aunque la tentación se hace dura en mis carnes, Tú seguirás siendo mi Dios en quien confío.

Yo seré como un niño abandonado en los brazos de su madre. Y diré a las gentes que Tú eres misericordia para este pobre desgraciado, que Tú eres compasión para mi vida rota, que Tú eres mi salvador en la obscuridad de la noche.

Soy un desvalido y espero comer de tu don hasta saciarme, Te alabo, aunque no veo tu rostro.

Yo digo a mi corazón: ¡no pierdas nunca el ánimo!

Estoy ante Ti esperando que me des la vida.

Seré tu amigo y te seguiré, fiado en tu fidelidad.

Yo saldré nuevo de tus manos, y a mi corazón le nacerán alas como de águila. Y cantaré en mi libertad: en medio del dolor acudí al Señor y Él me libró.

Señor, Tú eres mi Dios, Tú eres mi Salvador, Tú eres cercano y amigo del hombre.

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