SALMO 30 - SALMO EN UN MOMENTO DE APURO

En Ti, Señor, busco cobijo: acógeme entre tus brazos. No me dejes solo, abandonado y confundido: échame una mano. Tú que eres santo, Tú que eres bueno y misericordioso, recóbrame, que vuelva a ser tuyo, líbrame: ¡date prisa! Sé para mí una roca de refugio, mi fortaleza, mi alcázar. Guíame, dirige mis pasos, que han perdido el rumbo y vacilan. Sácame de esta red que me tendieron y en la que me dejé atrapar.

Mi vida pongo en tus manos, mi vida amenazada, rota, deshecha. Rescátame, Señor, que estoy en apuros, que me siento perdido. Yo me he dejado manejar por los ídolos que deslumbran mi vida; he caído en sus garras, me han estrujado hasta dejarme sin fuerzas. Estoy confuso, estoy envuelto en la mentira y no sé el camino; Tú que eres Dios de la Verdad, dame un rayo de luz para que vuelva.

Tú que has visto mi miseria y conoces la angustia de mi corazón, líbrame ya, ven de prisa, pon mis pies en campo abierto. Tenme piedad, Señor, compadécete de mí, llora conmigo a mi lado, porque estoy deprimido y mi alma está llena de angustias. Mis ojos están rojos de tedio; me siento corroído por la desgana; mi alma, mis entrañas se retuercen y no sé cómo salir de mi ansiedad. Me siento oprimido, me encuentro marginado, nadie me toma en cuenta; soy para mí como una cosa perdida.

Creía que tenía amigos, y ahora, Señor, sólo me quedas Tú. Camino por la vida como un sonámbulo y no tengo fuerzas; me apoyo en el polvo blanco de la muerte y me siento asfixiado. Soy como basura, como un objeto de desecho abandonado. Mas yo confío en Ti, Señor, porque eres mi Dios y yo te amo; en tus manos he puesto mi pobre destino, líbrame, ábreme camino; alumbra mi rostro con la luz de tu ternura y compasión, y hazme renacer de nuevo en tu amor y misericordia. Oh Dios, cuento contigo en mis apuros, no me falles, que te quiero.

Oh Dios, tú eres diferente y me amas así, deshecho como estoy ahora. Qué grande es tu bondad, Señor, qué maravillosa tu ternura. Has guardado para mí tu salvación y me la entregas como un regalo. Me brindas tu perdón y yo me siento estremecer de gozo al saberme perdonado; me siento de nuevo como un hijo tuyo, que regresa a casa y entra en la fiesta.

Bendito seas, Señor, Dios de amor y misericordia, respuesta en los apuros; bendito seas, Señor, fiel como nadie, constante en tu amor hasta el extremo. Me has brindado las maravillas de tu amor: ¡Bendito seas! Has mirado mis ojos con la luz de tu pureza. ¡Bendito seas! Yo soy tu amigo, Señor, no me dejes otra vez meterme en la tiniebla. Afirma mi débil corazón, Señor, y haz que espere siempre en tu ternura. Gracias, Señor, porque de nuevo has alentado mi vida y me siento libre.

TE PUEDE INTEREZAR