SALMO 68 - SALMO EN ESPERA DE COMPASIÓN

Sálvame, oh Dios; las aguas me llegan hasta el cuello; me hundo en el cieno del abismo, sin poder hacer pie; he tocado fondo y el miedo se apodera de mi inseguridad; las olas me cubren, me siento indefenso y solo. Estoy exhausto de gritar y ardo de angustia; mis ojos se apagan esperándote, oh Dios mío. Tú conoces, Dios mío, mi torpeza y mis fracasos; y sabes de verdad cómo mi corazón tiende hacia el pecado.

Estoy avergonzado de mi vida deshecha y rota, y la confusión me envuelve y no encuentro salida.

Me siento extraño, soy un desconocido, un ausente; quiero luchar por el bien y me encuentro solo; quiero ser honrado y honesto y se ríen de mí a carcajadas. ¿Cómo ser verdadero, Señor, en un mundo corrompido? Se burlan de mí si hablo de oración y ayuno; se mofan de mí si espero respuesta de Ti a mis problemas. Con todo yo sigo fiel a tu ley y acepto tu palabra, y quiero hacer de ella la norma de mi vida.

Por tu gran amor, respóndeme, Señor del hombre débil; sé amigo del pobre que levanta su vida hecha plegaria; por la verdad de tu salvación libérame de mis ataduras, y sácame de la situación en que me encuentro sumergido. Vuelve tus ojos de ternura hacia mi desgracia, pues tu amor es bondad y mano abierta al que a Ti clama. En angustias y depresión estoy, sin ganas de vivir, y me siento abatido, sin fuerzas, sin ganas de nada.

Me siento incomprendido, incomunicado y solo, y el rechazo ha roto mi corazón y desfallezco de pena; espero compasión y no la hay; espero ayuda, y nadie se me acerca; espero a alguien que se siente a mi lado como amigo, y todos pasan de mí, como si no existiera.

 Los que parecían amigos, se han alejado como el viento; y los que creía que eran fieles a mi amistad, no cuento con ellos; no me dejes solo, Tú qué sabes de compasión y misericordia; acércate a mi dolor y desgana y anímame con tu Espíritu.

Tú te manifiestas al humilde y al sencillo, y alegras su corazón y lo llenas de vida verdadera; Tú escuchas el gemido de los pobres, los cautivos, y les llenas de esperanza y les sientas a tu mesa. Reconstruye, Señor, las murallas derribadas de mi vida; ponme en pie y anima mi corazón que en Ti espera.

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